Ahora publiquen aqui sus colaboraciones, esto es lo que llevamos:
CAPITULO I
Sus pestañas seguían pegadas, sentía el mismo mal sabor de boca con el que se había acostado la noche anterior, se sentía como relleno de arena, pesado.
Abrió los ojos y escudriñó con la mirada los rincones de su habitación en penumbras, preguntándose si ya habría amanecido. Sobre el buró, a un costado de su cama, buscó a tientas el despertador. Se puso en pie después de un rato. Sentía que su cuerpo entero se desmoronaba entre las rendijas del piso de madera y llevándolo a la fuerza por ese viejo casón, se paseó lentamente, como buscando ahora sus ojos a tientas pues seguían en la cama, cansados de despertar. Finalmente, y después de estar vagando por los interiores de su mente y su corazón, se abstrajo de aquello, para sumergirse en la envolvente atmósfera que lo rodeaba, llena de un aire penoso, como si lo que hubiera pasado antes no era suficiente ¿Y qué había pasado, a final de cuentas? Descubrió no sin cierto temor que no lo recordaba.
El único vestigio de aquello que había olvidado, era precisamente ese mal sabor de boca.
Sintió entonces un súbito dolor de cabeza, y, pensando que ese era el motivo de su amnesia, decidió que necesitaba algo; entonces encontró un vaso con un liquido transparente que tenía cerca, y, sin importarle el contenido, vació el vaso. De inmediato se sintió un poco mejor, aparentemente solo eso le hacía falta, pero luego un fuerte dolor en el costado izquierdo, un dolor muy intenso, lo tumbo al suelo; medio inconsciente empezó a escupir un líquido negruzco; él no podía levantarse y alguien tocaba insistentemente a la puerta
¿Quien podría ser?
¿Podría ayudarlo?
El dolor no dejaba pensar con claridad la estrategia para ayudarle a abrir la puerta, todo se veía oscuro.
Y entonces sin más dudas, la persona que tocaba insistentemente, abrió la puerta. Era un hombre, vestía de traje, casi no tenia ya pelo y sostenía lo que al parecer era un gastado maletín, se acercó, se inclinó sobre él y meneó con gesto preocupado la cabeza.
-¿Qué te pasó?- le preguntó en tono paternalista, al mismo tiempo que le ayudaba a levantarse.
Escrutaba su cara y sus rasgos le parecían muy familiares. Odiaba esos lapsus de amnesia que cada vez eran más frecuentes. Sabía que esta vez se había metido en un buen lío... su mirada lo decía todo.
En una suma de instantes que se eternizaban sus miradas se cruzaron, ambos sabían el significado de aquella palabra "Centauro" como si hubiera estado tatuada en su piel por mucho tiempo, arrastrado un pasado, un pasado que los unía y que de manera súbita aparecía en los ojos del otro y su mente viajó a esos días plácidos, que habían quedado ya muy atrás, casi perdidos entre las brumas del tiempo.
Lo vio, como cuando era niño, corriendo por el campo, feliz y aquellos muy pequeños momentos de aparente paz, fueron interrumpidos por un pitido, un gran pitido que lo único que logro en los 2 personajes, fue que se tumbaran al piso tapandose los idos con las manos
El pitido continuaba, y de repente, silencio... no se escuchaba nada, nada de nada, esta era una insinuación de la pandilla llamada "los centauros", y él lo sabía, pero decidió no comentar nada al respecto.
Cuando el miedo en ambos era inocultable, quisieron huir, pero sabían que debían ser valientes. Que seguir huyendo no resolvería el problema, ya tan añejo.
Que la única manera de librarse de ese peso, era salir y cortar el lastre de una manera eficaz, de modo que nadie saliera herido, o por lo menos no ellos dos.
Conversaron en un susurro, y ya lo habían decidido, estaban armados con valor, entonces, se pusieron en acción, y rápida y sigilosamente trataron de salir de la habitación sin ser vistos... que nadie notara su presencia siquiera... camuflajearse entre los pasillos, aunque claro, las heridas del muchacho no harían la tarea fácil ni rápida, pero debían hacerlo ya, si querían tener alguna oportunidad.
Pasaron los segundos, mientras ellos descendían por las escaleras, eso si, despaciosamente, para no ser escuchados o vistos.
Llegaron por fin, hasta la planta baja, con temor, y sin saber con que se iban a encontrar, hasta la puerta principal del hotel en el que se encontraban, cuando salieron, se encontraron con la ciudad, las calles completamente vacías.
Sabían que había que temer, pero lo peor estaba por pasar, no sabían donde estaban los centauros, pero, si, estaban cerca, muy cerca.
Todo parecía muy tranquilo, cuando volteo para mirar el único farol que iluminaba la solitaria cuadra del hotel, el sabor en su boca pareció hacerse mas fuerte, mas desagradable, sentía como la gravedad le jalaba con violencia, ¿es acaso que mis pies se han hecho plomo?, pensó, pues se sentía mas pesado, mas que al despertar...la memoria regreso como un golpe.
Año 2137. La aldea global es ya "global". La ONU controla los canales de producción, manufactura y distribución de todos los bienes de consumo... alimentos, higiene, ropa, combustibles, etc. Con la consecuente perdida de identidad cultural de los pueblos de la tierra. "Los Centauro" son el único grupo que lucha por mantener la diversidad cultural de las distintas civilizaciones, y muy en contra del domino yankee en la ONU.
Despertó tendido en una cama, en cuanto se aclaró su vista pudo ver al señor del maletín, el Dr. Córdoba, ahora recordaba.
- ¿que paso?- pregunto todavía algo aturdido
- te desmayaste
- ¿y los centauros?
- Ya no nos siguieron.
volvió a recostarse y cerró los ojos, pronto se sentiría mejor.
CAPITULO II
Todo resultaba tan confuso, después de estar cerca de morir, aparece en una cama, y Omario noto aquel detalle, y pensó en los Centauros.
Físicamente se sentía bien, se levantó y vio que a un lado de la cama había ropa limpia, perfectamente doblada, se vistió y fue hacia la puerta, antes de que lograra llegar esta se abrió dando paso a una mujer vestida de enfermera - ¿Ya se siente mejor? - le preguntó, Omario no contestó - el doctor quiere verlo, sigame - la enfermera se dio la vuelta y salió por la puerta, Omario la siguió.
Mientras caminaba por los pasillos Omario intentaba recordar algo, pero no podía por lo que empezó a fijarse en su entorno, parecian un hospital pero estaba totalmente desierto y solo algunas de las luces servian bien, varias titilaban, sin embargo todo estaba limpio, impecable. Siguio intentando recordar algo más lo único que pudo rescatar eran sensaciones, nada concreto. Lo devolvio a la realidad el carraspeo de la enfermera, notó que ya habían llegado, la enfermera le abrió la puerta, al parecer el tenía que entrar solo.
El cuarto parecía de hospital pero amueblado a modo de oficina reconoció al doctor pero su nombre no le decía nada, este le indicó que se sentara.
Omario - le dijo el doctor - has pasado por mucho, pero en estos momentos te necesitamos más que nunca, cuando te encontré note que ya habían reestructurado tus redes neuronales, afortunadamente todavía es reversible.
Omario dijo lo primero que se le vino a la mente -¿Y los centauros?-.
- Siempre has pertenecido a ellos, bienvenido de vuelta-