Scutia Buxifolia
Otro cuento, ahora con inteciones de ser algo macabro:
Scutia Buxífolia
La casa no era muy grande, solo vivían ella, su hijo y Doña Isadora, su suegra.
Mauricio, el esposo, había muerto hace dos años, poco antes de que ella se enterara de su embarazo.
La enfermedad de Mauricio había llegado de improviso y al principio no fue notada, había noches en que llegaba a la casa y sin hablar se metía en la cama, con los días perdió la expresión del rostro y manteníase impávido ante los llantos de su esposa cuando este le gritaba. No tardó en perder su trabajo y sin embargo mostraba total apatía ante la idea de conseguir uno nuevo. Dejó de hablar y pasaba el día sentado en el jardín viendo un árbol seco y espinoso.
Los doctores dijeron a Maribel que su esposo padecía de afasia progresiva primaria, un tipo de demencia ya avanzado y, que lamentablemente era imposible de curar. El estado de Mauricio fue empeorando, ya no reconocía a nadie y para él ya no existía nada más que ese árbol, dejó de comer y al poco tiempo murió en silencio, con las opacas pupilas apuntando siempre hacia esa parte del jardín. Siete meses después nació el niño.
Durante la trágica enfermedad de su marido, Maribel lloraba día y noche, su sufrir, dijeronle en el hospital al nacer la criatura, fue causa de los problemas cardiacos del niño.
Era invierno y las habitaciones conservaban una frialdad estática a pesar de los techos bajos y las escasas ventanas que daban a la casa una sensación de claustrofobia, al contrario, el jardín era de buen tamaño y tenia un aspecto tal vez demasiado abierto. Los pocos árboles que había yacían secos y deshojados sobre el arcilloso suelo. Mauricio fue enterrado bajo uno de estos arboles, pero este árbol era diferente a los otros. Era bajo, corpulento y aún sin hojas podía deducirse que su fronda sería bastante densa. La madera era dura y las amenazantes espinas apuntaban peligrosamente hacia todas direcciones.
A los dos meses de haber muerto Mauricio, el árbol, asombrosamente, retoñó desplegando un oscuro follaje.
Permaneció ahí, intacto durante meses en el medio de una multitud de exánimes arboles.
Habían dicho que el niño sufría de arritmias cardiacas y le recetaron la cocción de las espinas de una especia arbórea muy particular: scutia buxífolia , casualmente, el único árbol vivo en el jardín de Maribel.
Todas las mañanas salía a cortar algunas espinas del árbol y las ponía a hervir para después dárselas a su hijo, el cual fue mejorando poco a poco. Sin embargo el árbol después de haber sido tan maltratado durante todo ese tiempo, comenzó a secarse.
A Maribel se le heló la sangre cuando vio a su hijo mirando por la diminuta ventana de su habitación hacia el árbol, pero mas fue su susto cuando después de llamarlo no le hiciere caso.
El árbol estaba ya casi seco y el hijo cada día con menos apetito, ya no lloraba, Maribel lo encontró acostado viendo hacia el jardín. Era demasiado tarde.
Dos meses después, el árbol retoñó.
1 comentario:
Recien tuve oportunidad de leer tu historia, y solo puedo decir que es muy buena, y es triste.
Espero que escribas mas como esa.
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